Autor: Oskar Sueiro
Lugar: la Plaza Circular
Punto de unión entre la parte vieja y el Ensanche bilbaino, la Plaza Circular, presidida con la estatua del fundador de la Villa, Don Diego López de Haro, representa para mí uno de los espacios más vivos de Bilbao. Siempre me ha gustado pensar que aún quedan viajeros románticos que llegan a la ciudad tras un largo viaje en tren, ese que en su versión de Cercanías, aún sigue trayendo a numerosos habitantes de día, por motivos de ocio o laborales. Por supuesto no olvido a todos/as los que llegan en Metro ni en autobús, ni aquellos/as que esperan a que el semáforo se ponga verde, mientras miran cómo pasan más y más peatones.
Además, durante muchos años, el edificio del BBVA fue el más alto, y juro que cuando era pequeño, creía que sería difícil superar esa altura. He pasado muchas tardes y noches patinando en la plaza de la fuente, y muchas veces más he quedado con amigos, siendo punto de partida de excursiones por el resto de la ciudad, excursiones que solían terminar en el mismo lugar en el que comenzaron.
Si algo llama la atención, y que a día de hoy me sigue gustando, es ver cómo la ciudad se recoge a medida que avanza el día. A última hora, lo que a media tarde es una marea incesante de gente, se convierte en un lugar tranquilo, que te permite admirar la belleza de los edificios que componen la plaza.
Además, como patinador, no puedo evitar sentir cierto respeto, por ser un lugar bien conocido en el mundo del skateboard, difícil, pero conocido. Difícil por ser un lugar muy transitado, en el que cuesta mantener un ritmo sin molestar a las personas que pasan veloces pendientes del reloj. Incluso los conductores que esperan en el semáforo se distraen mirando cómo patinamos en la parte de la fuente. Y es que, desde la altura de esa pequeña placita dentro de la Plaza Circular, me encanta comprobar lo vivo que está Bilbao.
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